Muchas personas desde sinceras posiciones políticas nacionalistas se plantean participar en las elecciones del 26 de junio de 2016, como votantes o como candidatos.
Sin embargo entiendo que no se dan las condiciones mínimas para que el desafío, que supone una convocatoria electoral, deba ser aceptado por los nacionalistas canarios.
En primer lugar hay que partir de la base de que las elecciones en Canarias no se celebran en condiciones de igualdad para todas las fuerzas políticas que intervienen, desde el uso descarado de las instituciones y los medios públicos que tienen a su alcance las que gobiernan en los gobiernos estatal, regional, insular y municipal, hasta la distinta capacidad de "endeudamiento" con las entidades financieras o de obtener "donativos" de empresas, pasando por las subvenciones oficiales a las formaciones políticas que alcanzaron escaño o sillón en las elecciones anteriores. Todo ello conforma un panorama desolador, las dos o tres grandes formaciones españolas, el PSOE, el PP, Coalición Canaria y ahora, como cosa nueva, Podemos y Ciudadanos, tienen una capacidad de propaganda infinitamente mayor que el resto. Centrándose la campaña, no en la confrontación de programas, sino en la mayor capacidad de llegar con las siglas a los votantes, fomentando una especie de "voto compulsivo" pasando desapercibidas la mayoría de las listas que se presentan. Por otro lado, las características de la población, casi completamente despolitizada, permite a las formaciones que tienen alguna responsabilidad de gobierno utilizar su posición para gestionar adecuadamente el clientelismo político, cuando no el puro y duro caciquismo.
En segundo lugar cualquier proceso electoral que se realice en Canarias y que esté convocado, organizado, financiado, controlado, revisado y publicado por organismos políticos, policiales y judiciales españoles estará viciado, no sólo por la ilegitimidad ab origine de la situación colonial a la que se encuentra sometido nuestro archipiélago, sino, y como consecuencia de ello, por la falta de imparcialidad de esos mismos organismos, que es presupuesto necesario para legitimar todo el proceso. Imaginemos por un momento que las fuerzas independentistas consigan la fuerza necesaria como para derrotar al partido español... que requisitos no se exigirían a las candidaturas nacionalistas, que trampas y que represión directa no se utilizaría para evitarlo, por razón de mera defensa de aquellos que perderán sus prebendas con el triunfo de los patriotas.
Además el sistema de asignación de escaños, las leyes electorales, han sido decididas por organismos ajenos al pueblo canario, vienen impuestas por el sistema. Y, con independencia de esto, que por sí sólo debería ser motivo suficiente para no reconocer legitimidad a todo el proceso electoral, el sistema es manifiestamente malo, injusto, en lo que se refiere a la distribución de los puestos a elegir y a la representación de la población. No se trata ahora a comentar el sistema D'Hondt ni los límites mínimos para obtener escaño por la diferencia de valor de los votos según la isla de que se trate, eso ya está dicho en otros foros, pero es fácilmente comprobable.
Y a pesar de todo esto, todavía hay ilusos que se presentan a las elecciones, que se endeudan, que se desgañitan... que después pierden el tiempo en comentar e intervenir en debates sobre si este pactará con aquel para repartirse el gobierno, con ello no hacen mas que refrendar el sistema colonial que se supone que no aceptan y que pretenden derrocar, cambiar o sustituir. La participación en los procesos electorales desperdicia el espíritu nacionalista del pueblo y las discusiones sobre si serán este o aquel partido español o colaboracionista, el que gobernará y las consecuencias de su gobierno. Todo ello no hace mas que apartar a los independentistas de sus objetivos reales.
Si lo que se pretende es conseguir la independencia política del archipiélago canario, o sea subvertir el orden que han impuesto, crear un Estado Canario, la vía para ello no puede ser, no será, mediante la mera participación en las elecciones para el parlamento español. Otra cosa es que, en un momento, las condiciones sociales y políticas permitan participar con éxito en esas elecciones y utilizar la representación obtenida para promover y apoyar un cambio revolucionario.
Por todo eso, si participan en las elecciones es porque están de acuerdo con los resultados que salen de las mismas y luego no se podrán quejar si se los restriegan por la cara, incluso en foros internacionales.
De nada vale lamentarse, Rajoy seguirá en el gobierno español o será Pedro Sánchez o Pablo Iglesias, en el gobierno habrá quizá algún corrupto o no, ¿qué mas da? A nosotros no nos deben preocupar sus pactos, el partido español (Podemos-Ciudadanos-CC-PSOE-PP), una vez mas ganará unas elecciones ilegítimas. Realmente no va a haber mucha diferencia entre el gobierno de uno o de otro, en el fondo son lo mismo.
La lucha de los independentistas se debe realizar contra todas estas formaciones políticas, que en su conjunto forman el partido español. No sirve de nada siquiera criticar o alegrarse porque llegue al gobierno o lo apoye con su voto uno u otro partido, por mas nacionalista o de izquierdas que se proclame, aunque hagan proclamas de trabajar por la "gente" por la pesca, la ecología o la agricultura canaria, no son mas que buenas palabras del oportunismo rastrero que surge siempre a veces alimentándose de las migajas del poder (aunque sea un poder tan escuálido como el del gobierno español, supeditado a las decisiones de los halcones europeos y americanos). En definitiva, son todas lo mismo y no son en absoluto democráticas ni de izquierdas ni nacionalistas o autonomistas (en el sentido de la palabra que usaba Secundino Delgado) dependen y encuentran su razón de ser únicamente en la relación de dependencia que contribuyen a mantener.
La misión de los nacionalistas en estos momentos consiste en denunciar, lo mas ampliamente posible, las contradicciones del partido español, la inutilidad de la representación que ostentan diputados y senadores, su incapacidad para resolver los problemas de Canarias y de defender adecuadamente, de verdad, no con actos para la galería, frases grandilocuentes y acuerdos inútiles, los intereses de todos los habitantes de las Islas Canarias. Pues estos representantes son ineficaces para dar solución a nuestros problemas al estar supeditados a las directrices emanadas de sus partidos españoles, de los órganos del Estado Español y de las oligarquías que lo sustentan. Por supuesto debemos seguir denunciando la corrupción galopante de la casta gobernante, la explotación de nuestros recursos, la ruina de los servicios públicos, los atentados al medio ambiente, al patrimonio cultural, etcétera.
Por ello debemos reservar los esfuerzos de los nacionalistas-independentistas para preparar la lucha política y sobre todo para ganar presencia en las organizaciones de masas: sindicales, vecinales, culturales... En definitiva, para acercarse a la mayoría de la población y para mostrarle la cruda realidad social y política, que oculta el consumismo y la subvención, que tan hábilmente sostienen y explotan electoralmente los partidos españoles.
El no participar en este proceso electoral no quiere decir que no se pueda aprovechar la campaña electoral y las elecciones para denunciar la falta de legitimidad del proceso, unas elecciones que se realizan contra Canarias, la imposibilidad de cumplir los programas de los partidos, la falta de posibilidades reales para resolver los problemas de Canarias de los diputados y senadores títeres que salgan de ellas, su obediencia a intereses foráneos, la corrupción,...
Y plantear las alternativas verdaderamente nacionalistas. Sin folclorismos ni excentricidades, sin concesiones, pactos contra-natura ni treguas. Debemos fomentar la unidad del campo nacional, no es necesario estar de acuerdo en todo, hay nacionalistas de izquierdas y de derechas, ecologistas y desarrollistas, cristianos y ateos... Lo verdaderamente importante es fijar los principios y el objetivo común: pocos, claros, bien definidos. Y basar en ellos la acción política posterior, sin protagonismos individualistas ni desviaciones.
Carlos Talavera
junio 2016
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